miércoles, 13 de noviembre de 2013

¿y mis letras?

Cada vez me salen menos letras.

No sé si es por el vacío de mi cama,
o el del simple papel.

O tal vez vayan unidos.

Solo sé que el día que logre volver a escribir doce páginas en una noche,
sabré que algo ha vuelto a su sitio.

(Aun que también me quede descubrir si eso es algo positivo.)

viernes, 19 de julio de 2013

A.

Ahora toda la rabia se desgarra apretando bien las uñas con la carne. Al menos ya no son cuchillas. Hace días que de cuando en cuando enloquezco y ya no sé qué va a pasar. Tan bien y de repente tanta inestabilidad.
He vuelto a llenar mi libreta y ya sabes lo que eso significa (el arte lo hace el dolor). 
Qué me está pasando, entre un suspiro. A veces me despierto tan asustada que parece que hayas vuelto. Cómo, eh. Cómo algo que te carcome, algo que se apodera de ti día y noche puede ser lo que te mantiene esa poca esperanza (si es que aún la hay). 
No. Ya no. No voy a escribirte. Ni si quiera eres real, solo eres un largo suspiro en nuestras cabezas, así que sal, vete, porque yo no voy a escribirte (ojalá). 

lunes, 17 de junio de 2013

Prefiero pensar que aún no estoy despierta.

Dicen que todos tenemos una historia que contar. Pero y si la mía tiene demasiados puntos y a parte. Qué pasa con todas las hojas en blanco que he pasado bajo las sábanas huyendo de mi oscuridad. Qué pasa con todos los trenes perdidos y jamás encontrados, con los bailes perdidos entre pasos. Qué pasa con todos esos relojes rotos por miedo a que nos sobrepase el tiempo, con todas esas hojas arrugadas por falta de. De qué, pregunto. Qué pasa con las noches por Callao que acaban en amaneceres en tu cama, y todas esas canciones que nos perdimos por el camino al futuro. 

Qué pasa contigo. Sin mi.

Que pasa conmigo. Sin ti.

A veces paso por tu portal por causalidad (o eso prefiero creer) esperando tener los cojones de subir y decirte que para mi fue real. Algo más que esas noches de ojeras por tu habitación. Pero luego lo recuerdo y qué. Sigo siendo la de las zapatillas rotas, la que anda por su cuarto con la música reventando a sus vecinos, esperando que seas tú el que aparezca.

Pero ni tú.

Ni yo.

Tal vez esa sea mi historia para contar, que jamás tuve el valor de plantarme cara. Aunque puede que algún día me despierte de este sinsentido. Prefiero pensar que aún no estoy despierta. 

domingo, 19 de mayo de 2013

Mis jodidas primaveras.

Dicen que un día acaba. Inesperado. Pero y si llevas esperando meses encerrada en ti misma, distanciada de lo real, sin esperanza. Un día acaba. Pregunto. Quiero que acabe. Me pregunto. Que poco sé ya, del miedo, de mi misma, de la realidad, mis ironías. Que cada cicatriz me de un poco más de vida, cada trago un recuerdo más claro, cada calada más alivio, ¿de qué? si hace tiempo que intento escapar, huir, sin saber hacia donde, o de qué. 
Todo se ha convertido en contradicciones, tan confuso como esos escalofríos en pleno agosto, los sudores en diciembre, y... la primavera. Mi jodida primavera. Que se lleva todo, que no me deja vacía porque ya lo estaba. Y sigo a base de impulsos, de respiraciones aunque ya no sepa para qué, si cada día que suena la alarma le veo un poco menos de sentido a intentarlo. Si cada día me derrumba más el miedo, ese que hace ya tres primaveras que se hizo conmigo, ese que condiciona y destruye. Tal vez también intoxica. Pero me desgarra tanto, me da tanta rabia que tal vez por el orgullo de que no me gane en mi propia partida sigo intentando lo de respirar. Pero nunca he sido muy orgullosa, siempre se me acaba el orgullo a mitad de partida. Entonces qué. 

domingo, 14 de abril de 2013

miedos

Creo que si algo me da miedo es el tiempo. Asusta. La de caminos que vamos atajando por no verlo pasar. Como si tuviera algún sentido. Que nunca vaya a gusto, siempre queriendo pararlo, acelerarlo... y que tenga tanto sobre nosotros. Esos miedos que te hacen temblar. Pero temblar también puede ser bonito, también podemos reventar de miedo hasta que sea los único que nos quede. 
Pero, ¿sabes? a veces tienes tanto miedo que... no sé, es tan fácil no decir nada, y no intentar explicar ese millón de cosas que llegas a sentir en un mismo minuto. Tanto miedo que esas letras que antes te salvaban ahora ya no tienes claro si te ahogan más o te intoxican. Te intoxican como recordar que hace apenas unos meses era rutina lo que ahora te lleva horas y horas sacar. Porque sabes, a veces prefieres pensar que todo es más artístico guardado dentro de uno mismo. Guardarte las letras, el daño que llegas a sentir para llegar a sacarlas, el miedo... ese sobretodo. 

domingo, 24 de febrero de 2013

Ni recuerdos ni desvanecidos.


Solo somos piezas de un gran engranaje. Y mejor que ni si quiera ser.
Que por ser, ya no soy desde que mi vida se divide en actos. Antes y después, de nosotros, de ti, de ser piezas, formar parte de algo. “Que si tú me dices ven lo dejo todo” pero por estas cuatro paredes solo retumban los “vete” que jamás fui capaz de chillar.
He resumido cada parte que nos hemos saltado, y cada vez que intento perderme acabo encontrándote. Cómo no voy a querer echar a correr. Si se me revuelven las entrañas cada vez que marco tu número y me cuesta párrafos y párrafos no llamarte.
Párrafos y párrafos sin significado. Huecos, insignificantes. Intentando ser algo en este engranaje. Pero no. No pertenecemos, intentamos ser imprescindibles y acabamos siendo de repuesto. Así que nos quedamos en puntos suspensivos, sin saber bien qué somos, si somos. Y cada vez que intento marcar un punto final acabo relatando esa noche de invierno.
Ya lo he dicho, que odio la puta primavera. Que nunca me ha dado nada que no me haya quitado antes. Ni frío ni calor; ni recuerdos ni desvanecidos. Así que para qué, escribir, sobrevivir, seguir. Para qué. 




sábado, 23 de febrero de 2013

Solo para que derribes muros por encontrarme.

Hay noches que no. Que no me libro de mi rabia. Y todo por la puta primavera. 
Te juro que antes pasaba noches sin pesadillas. Pero si ya lo dije un día, que hasta que me quede sin nudillos voy a sobrevivir en este aislamiento. A veces duele, lo de esconder las emociones entre unos estúpidos paréntesis, ¿sabes? Pero también esto de escribir sin ser leída. 
Y es que a veces busco dónde esconderme solo para que derribes muros por encontrarme. Que tontería, ¿no? como lo de dejar la ventana abierta hasta en pleno invierno por si. Porque no voy a ser yo la que te deje ir. 
Porque tus cosas siguen igual pero con un poco más de polvo. Que desde que aquí solo hay un armario ocupado, nadie me obliga a salir de la cama y dejar mi libreta por al menos cinco minutos. Y menos mal. Aunque ya no sepa ni qué era eso de escribir con sentido, ya ni recuerdo qué me llevaba a ello si lo único que me sale al coger el boli es nostalgia y recuerdos. 
Así que ya me limito a marcar comas que acaban siendo puntos finales. Y ojalá... 

domingo, 27 de enero de 2013

Lost myself and I'm nowhere to be found.

Supongo que me perdí en algún punto del camino. En algún kilómetro el tren descarriló y desde entonces todo ha sido una gran caída llena de golpes. Recuerdo que en un punto decidí que no quería ser feliz, porque sabía que volvería a caer. Mi tristeza se convirtió en eso, mía. No quería perderme más. Yo que sé. Tengo tanto miedo de ser olvidada, de seguir convirtiéndome en esta oscuridad. Y después de tantas heridas, he comprendido que tengo una razón para salvarme. Tal vez él sea la única razón para hacerlo. Tal vez también, eso sea suficiente. Pero solo yo misma puedo salvarme y eso... eso es lo que más asusta. ¿Cómo voy a salvarme si me mantiene viva esta autodestrucción? Tal vez, ¿no? Tal vez algún día consiga salvarme a mi misma. Vencer. Ojalá no me consuma poco a poco hasta no recordar si quería salvación. Ojalá, ¿no? O sí. 

martes, 15 de enero de 2013

Pero claro que tengo pérdida.

Como vivir sin rumbo y no tener pérdida. A veces creo que estoy encontrándome y acabo más perdida. ¿Qué sentido quieres que siga? Desde hace meses ni si quiera sé hacia qué lado de la calle girar al salir. Últimamente todo lo que veía claro se ha convertido en una contradicción, ironía, impedimentos. 
Como quemar un cuaderno después de firmar la última hoja. Todo lo que se lleva. O lo consume. Lo quema. Se desvanece pero tu mierda no cae en el olvido. Y somos nosotros, eh. Los perdidos, a los que a veces se nos olvida lo de respirar, los que nos ahogamos si la tinta no nos escucha. Y a mi últimamente me las juega bien. Me ahoga y parece necesidad, con dependencia, la que se traga la nostalgia que me produce esta distancia de mi misma. Me arrastra y aquí me tiene, hasta las cinco de la mañana, que si cuantas más ojeras más letras. 
¿Y a quién le escribo? Ahí lo que duele. Escribir a quien no te lee. Escribir, a veces sin destinatario y siempre sin remitente. Escribir por vivir o vivir por escribir. A quién quiero engañar, no me pasa un día sin esta mierda. A veces me pierdo (más) y ni si quiera sé a qué escribo. A dónde. Para qué. Es todo tan sumiso, desconcertante, como el frío que quema, el calor que cristaliza. 
Y yo que intento ser de piedra pero soy un cristal con demasiada tendencia a resbalarse y romperse. A colgarme de un hilo tan fino como es mi inspiración. 
¿Y quién me entiende? Ni yo misma recuerdo cómo ha empezado esta carta, este pedazo de mi, tal vez lo importante sea el final. Tal vez ya no quede importancia en eso de mis letras. Porque si algo no acabará son ellas. Por nosotros, tan desorientados y consumidos que no tenemos los cojones de guardárnoslo dentro. 
Como un continuo domingo a las 8 de la tarde, ¿sabes? como un "te quiero, pero..." muriendo de rodillas por un "pero, te quiero", y mira que se parecen tanto que destruyen. Y que yo tampoco quise caer, pero.