Solo somos piezas de un gran engranaje. Y mejor que ni si
quiera ser.
Que por ser, ya no soy desde que mi vida se divide en actos.
Antes y después, de nosotros, de ti, de ser piezas, formar parte de algo. “Que
si tú me dices ven lo dejo todo” pero por estas cuatro paredes solo retumban
los “vete” que jamás fui capaz de chillar.
He resumido cada parte que nos hemos saltado, y cada vez que
intento perderme acabo encontrándote. Cómo no voy a querer echar a correr. Si
se me revuelven las entrañas cada vez que marco tu número y me cuesta párrafos
y párrafos no llamarte.
Párrafos y párrafos sin significado. Huecos,
insignificantes. Intentando ser algo en este engranaje. Pero no. No
pertenecemos, intentamos ser imprescindibles y acabamos siendo de repuesto. Así
que nos quedamos en puntos suspensivos, sin saber bien qué somos, si somos. Y cada
vez que intento marcar un punto final acabo relatando esa noche de invierno.
Ya lo he dicho, que odio la puta primavera. Que nunca me ha dado nada que no me haya quitado antes. Ni frío ni calor; ni recuerdos ni desvanecidos. Así que para qué, escribir, sobrevivir, seguir. Para qué.
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